Las Doncellas.
Todas las miradas se dirigían a mí. Los ojos negros de cinco figuras pálidas y borrosas se acercaban velozmente hacia mi persona.Yo, que inmóvil en el suelo observaba expectante la escena, era incapaz de soltar cualquier grito o llamada de auxilio que avisase a mi esposa de la fantasmal situación en la que me encontraba. De repente, una de las siluetas, la más larga, se acercó delicadamente a mis pies cubiertos por unos zapatos de cuero negro. Su rostro era una deformación malintencionada de la figura del mismo demonio; con pelos negros tanto en una zona de la barbilla cómo en donde se suponía que debería hallarse uno de sus globos oculares que, aunque escasos, eran largos y sedosos en contraste con el resto de su cara, esquelética e imprevista de humanidad, penetrante en los sueños y carente de expresión más allá del cansancio junto con una apenante mirada tuerta. Se agachó, doblando su grisáceo vestido con bordados muy cuidados y mostrando sus esqueléticas piernas, extrañamente heri